El novelista Manuel Almeida

El novelista Manuel Almeida

Portada de 'Evanescencia' de Manuel Almeida

Portada de 'Evanescencia' de Manuel Almeida

14 de diciembre de 2018

“¿QUÉ PASARÍA SI, DE PRONTO, TODO EMPEZARA A DISGREGARSE?”

EL ESCRITOR MANUEL ALMEIDA HABLA EL DÍA 14 DE DICIEMBRE EN ‘EL JARDÍN DE LAS DELICIAS’ DE LA BIBLIOTECA INSULAR CON LOS LECTORES SOBRE SU LIBRO ‘EVANESCENCIA’

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El novelista Manuel Almeida

El novelista Manuel Almeida

Portada de 'Evanescencia' de Manuel Almeida

Portada de 'Evanescencia' de Manuel Almeida

El escritor Manuel Almeida mantendrá en la sede de la Biblioteca Insular del Cabildo grancanario, el día 14 de diciembre, a  partir de las 19.00 horas, un encuentro en el espacio ‘El jardín de las delicias’ que coordina el profesor de Lengua y Literatura, Eduardo Perdomo de la Guardia.

El novelista y periodista departirá con los lectores y lectoras sobre su título ‘Evanescencia’, editado por Mercurio en 2017.

¿Qué pasaría si, de pronto, todo empezara a disgregarse? Tal vez fue esta la pregunta que se formuló a sí mismo Manuel M. Almeida, preocupado por una sociedad que parece estar en los límites de todo, incluso de su propia desaparición, y de ahí surge Evanescencia, una novela publicada por Mercurio Editorial, y que es toda una reflexión o una serie de reflexiones sobre hasta qué punto el ser humano, es decir, todos nosotros, estamos contribuyendo a nuestra propia destrucción.

Pero Evanescencia es también un acertado recorrido por nuestras luces y nuestras sombras, por todo lo que hay de oscuridad y de luz en la existencia humana.

Dos personajes, Nerd e Ideasfirmes, cuyos verdaderos nombres solo conoceremos al final de la novela, junto a una hipotética Eva que no es precisamente prototipo de la bíblica (o tal vez sí) van a ser protagonistas y testigos de la disgregación de ese mundo que ellos y todos hemos construido, olvidándonos, tal vez, del otro, en un afán, no ya de supervivencia, sino de dominación y poder.

Y, en cuestión de segundos, todo se vuelve en contra nuestra y empieza a desvanecerse.

Y así pasamos del todo, en ese capítulo veintidós en el que comienza el libro, a la más absoluta ausencia del capítulo cero —no podía ser otro el que terminara el libro—.

La época histórica es la actual. Lo sabemos desde que empezamos la novela, no solo por los adelantos tecnológicos de que disfruta esa, pronto, distópica sociedad, sino por las recurrencias a Google, Wikipedia y, más concretamente porque se nos habla del actual Papa Francisco.

Pienso que el situar el relato en este tiempo en el que vivimos, es un ingrediente más para producirnos inquietantes expectativas.

Empieza esta novela, como dije, en el capítulo veintidós, con la desaparición o volatilización de los objetos que consideramos inútiles y duermen en el cuarto de los trastos. Le siguen, en los siguientes capítulos, las joyas, el dinero, las armas…y empieza el caos. Se suceden los suicidios, los asesinatos. Se empieza a buscar una explicación lógica, científica, e, inevitablemente, surge Dios. Pero ¿de qué Dios estamos hablando? ¿De aquel que, según se dice, creó el mundo en seis días? ¿De Alá, de Yavhé?

Tal vez habría que inventar un nuevo Dios en el que refugiarse del caos y, como siempre ocurre, aparecen visionarios, sectas apocalípticas, nuevos dioses, nuevos brujos. Todo vale, incluso la propia muerte, para unos, liberadora del espanto. Un terror que se acrecienta con la desaparición de la electricidad, de los aparatos tecnológicos, de las herramientas.

Vamos hacia atrás, todos los saben. La protagonista, Ideasfirmes, intenta buscar inútilmente una explicación científica a todo el desastre. Nerd se da cuenta de que, pronto, a las cosas le seguirá el olvido de las palabras que las nombraban. Él se resiste y quiere conservarlas en su memoria, y las repite, como si con ello pudiera conjurar el desastre.

Tanto el protagonista como su compañera —un amor que había acabado por tristes circunstancias— saben que las desapariciones van a continuar, a pesar de los momentos de tregua que les hace concebir esperanza a algunos —menos a Eva, que decide marcharse junto a otros hacia las montañas—, y el lector se da cuenta de que estas continuas desapariciones van a sacar lo mejor y lo peor del género humano.

Así, aparece la supervivencia como justificación de un estado totalitario, rechazando cualquier intento de concordia o solidaridad, considerándolas como una utopía, ante un mundo que se desmorona. Y el hombre se convierte en fiera, en alimaña; retrocede a sus más primitivos instintos.

Ya no vale la fe en un ser superior a los que algunos siguen encomendando sus vidas, porque ni siquiera esto puede salvarlos de la Evanescencia.

Y, en medio de este caos, Nerd, que pronto será Aday, se da cuenta de la razón de esta vuelta a la nada, y se lo confiesa a su compañera, Ideasfirmes, que pronto será Celia. Y así le dice:

«Todo desaparece porque todo es mentira, nuestra civilización es una gran mentira, la mentira de una mente amnésica».

Amnesia: he aquí la clave. Y así nos damos cuenta o confirmamos algo que, no por sabido parece que intentemos corregir: el olvido. Porque la falta de memoria de nuestro pasado nos hace cometer una y otra vez los mismos errores. Unos errores que contribuyen a nuestra propia Evanescencia.

El libro concluye con un capítulo cero que no voy a revelar y, al terminar, me doy cuenta de que toda la historia es una terrible pero necesaria revisión de nuestras creencias y descreencias, de nuestras relaciones con el otro y los otros, sobre la duda de si el avance tecnológico ha supuesto, verdaderamente, un enriquecimiento o no de nuestras vidas, o si todo ello ha despertado nuestro lado oscuro. Preguntas que acaso no tengan respuesta, o tal vez sí.

Lo que sí está claro es que Manuel M. Almeida ha movido muy bien sus resortes  y sus recursos literarios para mantenernos expectantes, con un lenguaje narrativo directo y reflexivo, igual que sus diálogos. Un lenguaje donde tiene cabida la filosofía, la ironía —la mayoría de las veces, amarga—, lo poético, lo descarnado. En definitiva: Lo humano.